viernes, 23 de octubre de 2009

PEREJIL RECORRIENDO EL HUERTO

Lo que a continuación van ustedes a leer es tan rigurosamente cierto como intrascendente. Visto este principio, ahora me pregunto si merece la pena que siga tecleando. Y usted deberá plantearse si debe seguir leyendo. El tiempo es demasiado valioso como para desperdiciarlo escribiendo o leyendo algo que no merezca la pena, querido lector. En cualquier caso, y permítame el atrevimiento, estoy prácticamente convencido que a lo largo del día de hoy ha posado los ojos en letras aún más triviales. Seguro que cuando tomaba su desayuno en la cafería no pudo evitar leer el titular de un diario deportivo sobre la barra, o al menos se habrá fijado en las bonitas letras que aparecían en la pantalla de la televisión anunciando algún producto maravilloso. Mi intención no es informarle de algo que no necesita saber, o de convencerle para que compre algo que tampoco necesita. Ni siquiera creo que quiera entretenerlo. ¡Dios me libre! ¡con lo escaso e importante que es el tiempo!. Ahora lo veo claro. Y no puedo por menos que disculparme si aún sigue con la vista puesta en la pantalla. No crea que me burlo. No. Su educación exquisita le ha llevado hasta esta última letra merece todo mi respeto. Así pues, perdóneme, pero no se queje más de lo necesario, que ni el titular de colorines del diario deportivo, ni el atronador spot publicitario han tenido más consideración que yo. Además, si sigue aquí no es mi responsabilidad, sino su actitud obstinada de perder el tiempo. Al menos un minuto que jamás recuperará ha invertido en este largo y mal puntuado párrafo. Pero no se incomode, seguro que en breves instantes su memoria habrá olvidado estas palabras y el tiempo perdido. Y por mi no se preocupe, amable amigo, mi oficio consiste en escribir a diario tonterías como esta.